viernes, 18 de octubre de 2013

¡Señora ahi no tiene 15 unidades!



Algo nos está ocurriendo como sociedad, en mi teoría lo llamo “hacer la fila de la caja de 15 unidades y notar que la persona de adelante lleva 16”. Cuando llega el fin de año sufrimos algo que llamo el síndrome de hartazgo (las bolas llenas) por el trajín del año lleno de momentos donde queremos romper todo. Porque la sociedad con sus pequeños momentos nos invita a la violencia.
¿Pero porque llegamos a este extremo? Es lo que llamo el proceso de inflado (de bolas). Comienza con pequeños síntomas, casi imperceptibles a la razón de nuestro entorno. Ese momento en que alguien te como el postre o el yogurt de la heladera sin darse cuenta y hacerse cargo. Que tu jefe como trabajas bien te agradezca dándote más trabajo o premiándote como a su mejor empleado citándote a trabajar un sábado. El clima cambiante, errático y ciclotímico (una mierda) a la que tenemos que sobrevivir, donde nos enfermamos de una gripe porque llueve, hace frio, pero al otro día hace 40 grados.
La acumulación de pequeños momentos de inflado acortan radicalmente la paciencia, está científicamente explicado. Pero aparece también el factor llamado rotura (de bolas) que son esos momentos de tensión extrema que están a punto de volverte un ser lleno de odio por la sociedad. Un ejemplo clásico es esa persona que usando su total falta de moral y vergüenza se cuela en la fila para pagar los impuestos. No solo le basta eso, sino que termina siendo un gestor. También ese momento en la no salís nunca de tu casa a comer afuera y cuando lo haces la moza/o tarda excesivamente y encima te trae todo frio. O ese hermoso momento en que tu hijo de 18 años te dije “está embarazada” y vos que lo alentabas a que le de murranga a la noviecita te vez pagando los platos rotos del pistolero del nene.
También existe la patología del calambre (de bolas) que es ese momento donde uno queda frio ante una situación. Ese momento en que intentas tragar los ravioles incomibles que hizo tu mujer al mismo tiempo en que queres ver un partido de futbol y tu mujer te pregunta cómo van a pagar las cuentas del mes. O cuando tu hija te pregunta, papa como se pone un forro. Abrís la heladera y te mandas a tomar la leche del tetra, y esta vencida.
Todos estos síntomas, el factor de rotura (de bolas), el proceso de inflado (de bolas) y la patología del calambre (de bolas) forman el síndrome de hartazgo (las bolas llenas). Todo esto conduce a mi teoría de “hacer la fila de la caja de 15 unidades y notar que la persona de adelante lleva 16” que básicamente es cuando la sociedad te invita a violentarte.
Los taxistas sufren del síndrome de hartazgo, que se manifiesta en su más pura esencia cuando están desempeñando su trabajo, suelen insultar a los colectiveros que sufren la misma patología. Un crudo ejemplo, es ese ciclista que va entre los autos y roza el taxi rayándolo. Ese joven se convierte en la unidad 16, el tachero baja hecho una furia con el mata locos (un palo de diversas formas que usan para golpear) con el que agreden al ciclista.
La unidad 16 puede ser una persona o un objeto, cuando esa impresora se traba por decimo novena vez y necesitas imprimir un trabajo. Entonces le metes tremenda piña y encima te lastimas la mano. Entrar al baño y ver el lavatorio lleno de pelos mezclados con dentífrico y quien sabe que mas. El tipo/a que te quema con el cigarrillo porque camina, gesticula y fuma por la calle. El recargo de la factura telefónica porque pagaste un día o dos tarde y se acumulo en un número importante. Estos factores invitan a la violencia.
Toda esta teoría nace de una anécdota, estaba haciendo la fila en la caja de 15 unidades después de llegar de la ciudad capital de hacer trámites un día lleno de marchas. Noto que la señora mayor delante mío lleva 16 unidades, pero por ciertos factores que sabrán mas adelante no le di importancia. Pero la pelirroja pecosa detrás mío le dio bastante importancia, porque sufría del síndrome de hartazgo.
- Señora, ahi no tiene 15 unidades – destaco la piba que tenía buenas gomas -.
La señora no se dio por aludida, tenia cierto temblor típico de su problema.
- Señora le hablo a usted – la pelirroja estaba más que buena -.
La señora seguía en la suya, la colorada estaba a punto de decir algo. Entonces fue cuando yo explote porque tenía el síndrome de hartazgo (las bolas llenas).
- ¡Para colorada! – Entonces me miro y resulto que tenia lindos ojos -. No vez que la vieja es alcohólica, tenele paciencia, mira como transpira, parece pegamento. Quien en su sano juicio va a comprar 14 tetras de termidor blanco dulce y dos lavandinas. Así que cálmate, si yo puedo hacer el esfuerzo, vos también, aunque la vieja esta se mueva lento y embolse los productos como si estuviera cuadro por cuadro. Y vos el de seguridad no me digas nada – gesto señalándole la boca -. Te falta la mitad del piano, lo sé estoy gritando, ya me calmo. Y usted señora vaya a alcohólicos anónimos por favor.
La colorada se rio, y no paso a mayores por suerte. Hasta la invite a tomar un café enfrente y acepto. Al final era una copada hasta que descubrí algo que incito a que me fuera. Había comprado solamente verduras y cereales, así que caí en esa pregunta casi primordial.
- ¿Sos vegetariana?
- No – me respondió y yo por dentro grite ¡Vamos los pibes! -. Soy vegana nivel 4
Cuando dijo esas palabras levante mi mano en señal de detenerse, porque la sociedad acababa de invitarme a violentarme. Se me inflaron, rompieron y acalambraron las bolas metafóricas que todos tenemos y todo tiene un límite. Me fui, era demasiado para mí, todo lo bueno esconde algo malo.