viernes, 16 de mayo de 2014

Los enmascarados del carnaval de la vida.


Juro que este texto tiene gracia al final, creo.
Partes del día a día, de la vida están poblados por un carnaval. Donde habitan seres casi fantásticos, tremendamente irreales, difícil de sostener, pero que existen y solemos sobrellevar con ellos. Esa gente con la que tenemos que bailar, lidiar en el escenario de la vida. Pero la vida no es un escenario, ellos lo convierten en uno.
Tienen diversas formas, “no todo lo que brilla es oro” a veces es mierda pintada. Cada uno de ellos tiene una máscara distinta, a veces más de una y alguno hasta todo un repertorio que usan para sus interpretaciones o funciones.
El hipócrita de todos los días, el monstruo de mil caras que cambia sus ideas o posiciones según convenga, también de con quien este. Un hábil danzarín que suele sostener sus interpretaciones hasta último momento. Con una mano te golpea la espalda y con la otra te apuñala con una cuchara. Sabe que tarde o temprano va a caer, por eso exprime cada momento, a cada persona.
El falso del momento, no hay que confundirlo con el hipócrita que lo es con todos los que le conviene. El falso solo usa su máscara con una o dos personas, que tiene que tragarse porque comparte habitad con ella. Amigas/os de su novio/a, compañeros de trabajo, parientes a los que detesta y eso incluye suegros. Tiene la tendencia a aplicar comentarios que atacan a la persona con la que son falsos. Minar la vida social de su blanco. Expertos en demolición social.
Los obsecuentes de la vida, son los tibios de las palabras. Siempre asintiendo lo que los demás dicen, y suelen decir lo que el otro espera escuchar. Gente que odia mancharse, por eso son los primeros que dicen “te lo iba a decir pero no me anime”.
Los egoístas del yoismo clásico, están todo el tiempo mirando su ombligo, su vidriera donde necesitan destacar y seguir brillando. Usan una vara de medida que siempre los favorece y un repertorio de excusas que siempre destacan lo que ellos hacen en contra de los que hacen los demás, aunque sean lo mismo.
Son las figuritas repetidas que vienen en los sobres del álbum de la vida, pegas las primeras hasta que te avivas y las demás las podes descartar como si nada. Porque si no les das importancia, pierden su vidriera y desaparecen al no poder representar su obra. Algunos terminan en juicios morales de la sociedad, acusados y condenados. Pero rehacen sus fechorías en otro lugar con otro público.
Son una paja triste de un jueves de invierno por la noche donde no hay que hacer nada. El hipócrita de todos los días, termina no pudiendo sostener sus fachadas y toda esa mierda que reparte a escondidas termina tapándolo. Sin saber qué hacer, sin excusas termina armando su valija social y yéndose como esa mina/tipo que no queres que nadie sepa que te volteas. Porque te da vergüenza.
El falso del momento, termina consumido por la ira de soportar a alguien que no quiere ver, escuchar y menos observar sus victorias sociales. Termina estallando en forma de energúmeno desbocado y diciendo las verdades que evita mencionar. Casi siempre este espectáculo dantesco ocurre en una reunión, donde termina siendo ejecutado socialmente.
El obsecuente de la vida, termina siendo preso de su indecisión. Al nunca jugarse o decir la verdad o revelar sus pensamientos, termina en algún momento atrapado e interpelado por dos facciones en algún conflicto entre dos partes totalmente opositoras. Termina denostado por ambas partes y convertido en paria social.
Los egoístas del yoismo, terminan confiados de que son los mejores. Terminan siendo presos de ellos mismos, porque esa confianza, no es seguridad y en algún momento fallan cortando el cable equivocado de alguna bomba social que les explota en la cara. Todo aquel al que abandonaron y que los ayudo, volverá como fantasma de su pasado listo para cobrar viejas deudas.
En este carnaval, la espuma es mierda. Siempre como espectador serás manchado al igual que los enmascarados. El truco reside en llevar un revolver conceptual de balas de sarcasmo, cinismo y verdades que no hay que dudar en disparar.
No hay nada más divertido que ver a un hijo de puta quedar en ridículo y que no sepa para donde correr. Es como ver a un tipo al que una pelota o un bate le da en las bolas y cae al suelo.


Bonus track

miércoles, 7 de mayo de 2014

El vocabulario y la desconfianza

No hay nada que me provoque mas desconfianza que una mujer que habla con demasiados diminutivos, es sospechoso a menos claro que sea una maestra jardinera.
A los quince minutos que estas charlando con esta gente no entendes nada, porque no sabes si volviste al jardín de infantes o la pelotudes humana llego a un nuevo nivel que no esperabas. Si es una maestra jardinera en lo único que pensas es si deberías intentar realizar esa fantasía que siempre tuviste. Entonces dejas la cara mientras pensas y ella habla con diminutivos.
Aunque también me generan desconfianza las personas que hablan en plural como si fueran parte de un rebaño, suena a secta. “nosotros encontramos el equilibrio para pasar sentirnos bien”. Siempre intentando de incluirte, y si llegas a insinuar que no te interesa o te parece una boludes de golpe cambia su actitud. Pasan a estar enojados porque no están entendiendo el todo. Nunca saben explicar en español que es ese todo. Pero terminas sintiéndote culpable por no comprender, ni lo que quieren o lo que deberías querer. Se te llena el culo de preguntas…
Después están los conversadores una extraña raza de seres de gran vocabulario, más bien son una diarrea de palabras todo el tiempo. Me genera desconfianza que siempre tiene algo para contar y es urgente. Te cuentan su problema o anécdota, y después como un examen tenes que opinar. Opinar como ellos esperan que opines, en ese punto es cuando todo empieza a complicarse. Porque nadie es adivino y equivocarse puede llevar la conversación a que esta persona se auto proclame un incomprendido, él gana y nosotros quedamos como boludos.
Entonces porque se supone que es tu amigo le vas a contar algo que te paso, empezas el relato y te interrumpe porque se olvido un detalle de su problema o anécdota. O peor tiene algo para contarte que le está pasando y es re problemático, no sabe que vestido usar en una boda o que vino a la cena con los suegros. Ahí comprendes que tomar café con esa gente es barato, porque sos el psicólogo barato de alguien.
Es como esas nuevas formas de preguntar que no sabes si el idioma esta tan deforme o te están gastando, “¿he champion me decís la hora?” está muy de moda mezclar idiomas. “¿maese donde queda la estación?” “capo ¿sabes dónde puedo cargar la sube?
Otro ser que me da desconfianza es el forro urbano, es ese tipo que pregunta de forma indebida o tiene acciones en la calle o transporte público. Es el tipo que cuando ve subir a una mujer gordita al micro faltando poco para bajarse le sede su lugar acompañado de la frase “señora embarazada siéntese” La mujer avergonzada y furiosa no puede reaccionar. El forro urbano tiende a cuando hace una pregunta usar el antónimo de tu estado físico, “flaquito, me decís la hora” dirigiéndose a un joven rellenito o “gordi estas hermosa” refiriéndose a una joven flaquita.
Tal vez soy demasiado desconfiado y toda esta gente sean personas buenas que solo quieren un futuro mejor. A las cuales hay que comprender y tolerar, esperando que entren en razón en un futuro. Mentira hay que mandarlos a la puta madre que los pario, en post de nuestra salud mental.